Hablar de la “trata de personas” resulta un eufemismo hipócrita e incorrecto, pues esconde tras su lenguaje correctamente político un mar de injusticias, degradaciones, violaciones y atentados contra la derechos y la dignidad de los seres humanos.
Hablar de la trata de personas realmente supone la “comercialización del humano en contra de su voluntad”, así lo define Abraham Sánchez Ruiz en su ensayo acerca de los derechos humanos en México. Es triste reconocer que el comercio de personas, como el resto de los negocios, se rige bajo las reglas de la oferta y la demanda; Algo que debería suponer para nuestra sociedad una de las mayores abominaciones que un ser humano puede hacer contra otro, es la fuente de ingresos económicos para miles de personas que trafican con seres humanos en el mundo.
Foto de la ONG Anemasty International (Alemania)
En el mercado del tráfico sexual, los humanos son clasificados y cotizados como mercancías, pierden su calidad de personas y se convierten en un objeto con el cual se puede lucrar libremente.
El mercado establece las preferencias, lo cual impulsa la demanda, las “mercancías” pueden variar para diversos gustos de los compradores, entre las características que definen cada tipo de “producto” son : el género, la edad, rasgos físicos, raciales, talla, color de pies, color de ojos, cabello, habilidades e incluso algunos atributos físicos o biológicos que pueden representar algo simbólico cómo la virginidad.
La trata de personas no se limita únicamente al aspecto sexual, el tráfico humano (el cual puede ser sexual, laboral o médico) en muchas ocasiones es combinado, lo que significa que muchas victimas de explotación sexual también sufren de abusos laborales o tráfico de órganos. Para el reclutamiento de seres humanos, los traficantes acuden a los grupos más vulnerables de la sociedad, es decir, los niños, mujeres, migrantes, personas en situación de calle y todo tipo de grupo desprotegido. ¿Pero cómo pueden persistir estos casos de atentados contra los derechos humanos? ¿qué mantiene a las víctimas atas a una situación tan deplorable? La respuesta a esta y muchas otras incógnitas reside en el miedo infundido a las víctimas por medio de la violencia física, psicológica y simbólica que ejercen. Las amenazas, chantajes y otro tipo de artimañas son comunes entre los traficantes para generar el miedo, es una manera de imponer su voluntad, su poder.
El maltrato más común hacia las personas relacionadas con el tráfico sexual es de forma indirecta, a través del ejercicio de la violencia sobre seres queridos, o bien, a partir del convencimiento de la víctima por medio de recursos emocionales como: la amenaza, la promesa, el engaño, el miedo, la destrucción de la autoestima de la víctima .
No debemos olvidar que en la trata de blancas, los casos más comunes de engaños son realizados por familiares o personas cercanas a la víctima, por ejemplo amigos, parejas, falsos empleos etc. La trata de blancas es una situación real en México y no debemos bajar el dedo del renglón. Cada año son más las mujeres que se ven involucradas en el tráfico sexual y es nuestra obligación como seres humanos exigir el respeto a los derechos del otro, por que si no estamos para protegernos entre nosotros ¿quién lo hará?
Por Rochel Caballero UIA